domingo, 24 de noviembre de 2013

" PUEDEN MÁS DOS TETAS QUE DOS CARRETAS "

     
INTRODUCCIÓN

   Esto es un refrán popular bien conocido como aquel hombre angustiado y dudoso que finalmente se inclina al lado de la mujer que desea y ni la fuerza de dos carretas pueden hacerle variar su decisión, pero que el mensaje que asoma sin ser revelado no es el amor sino, el sexo, o mejor dicho el gran poder del sexo, placer y vicio, angustia y frenesí, obsesión y adicción, y jugando a gustar, se engancho sin más.
Como un veneno inyectado, como si de una brujería se tratara, un hombre se encuentra atado a un coño desbocado.
A un hombre que perdía la cabeza por una mujer se le llamaba “enchochado, encoñado, enganchado” comunes eran los comentarios de: “ahí va, míralo, la cabeza perdió por una mujer que le envenenó y ahora el perro dueña tiene”.
Los tiempos han cambiado, la información se ha expandido y ahora se llama ADICCIÓN AFECTIVA.
Hoy sabemos que incluso el afecto/amor se puede convertir en una adicción, con los mismos cambios neurológicos y químicos en nuestro cerebro, con la misma ansiedad en nuestro organismo, que de cualquier droga se tratara, como si fuera alcohol, cocaína, juego, comer, el trabajo, el ejercicio compulsivo y un largo etc…



CAPÍTULO 1: ATRACCIÓN PARA CALMAR VACÍO.

¿Pero cómo va a ser el amor una droga?
¿Y quien ha dicho que eso sea amor?
Pero es que yo la quiero…
Tú crees que la quieres, pero eso no es querer, ni es amor, ni tampoco enamorar… se llama obsesión, adicción y destrucción.
No quiero perderla …
No importa, antes te perderás tú mismo.



   Así empezaba la sesión con Federico, un chico de 35 años, de buen parecido, complexión atlética, formas pulcras y elegantes. Le había pedido la cita un amigo suyo, que también era paciente mío, con el eslogan “Tienes que ir a mi psicóloga, ésa te mete caña”.

“Creo que estoy perdiendo la cabeza, y ya no tengo ni vergüenza”
¿Cómo te sientes?—le preguntaba yo bruscamente.
“Desesperado”—su respuesta fue contundente, mientras suspiraba con una respiración entrecortada poniendo sus manos sobre su cara al mismo tiempo que sujetaba su cabeza, como si ésta fuera a salir volando.

   Federico fue lo que a simple vista parecía como el príncipe azul. Educado en elitistas colegios privados, con excelente expediente académico, hijo único de familia adinerada y empresarial. Se casó joven, con la novia de toda la vida, ella es médico, con la que tiene un hijo.
Sin enfermedades importantes, ni consumo de estupefacientes. Buen circulo de amigos íntimos desde la niñez, practica deporte y tiene buena relación con la familia. Había montado su propia empresa con la ayuda de su padre, con la que se sentía muy entusiasmado puesto que era producto de su propio diseño y creación.
 Y entonces llegó ella…
Por un golpe del destino, Federico estaba allí mismo en la oficina de contratación, donde la conoció, alzando la voz con un gran escote y minifalda, tacones de punta y melena larga, protestaba sobre que había recibido un e-mail de respuesta no apta para el trabajo, tras la entrevista realizada, gritaba que necesitaba el puesto y que con quién se tenía que acostar para conseguirlo, que era madre de 2 hijos y que si ese era el problema de por qué no la habían contratado. A Federico le llamó la atención el entusiasmo y el atrevimiento, a lo que se apresuró a decir que él era el jefe y que si tenía ganas de trabajar el puesto era suyo en un periodo de prueba, pero que no necesitaba acostarse con nadie, y que por favor bajara la voz, que era vulgar gritar en público.
— ¿Cómo es su nombre por favor?— preguntó él con aire de aristocrático educado.
— Me llamo María Jesús, pero como todo el mundo me llama Menchu, pues es lo que pongo en mi currículum, búscame por ese nombre y acabarás antes que por apellidos que es González y  "te mueres de la pechá que hay".—terminaba así su respuesta mientras explotaba una pompa de chicle en su propia cara que desprendía olor a sandía.

   Ella se quedó encantada, y Federico sintió por primera vez la sensación de poder de “todo un rescatador”, inconscientemente sintió que salvaba a una princesa salvaje en apuros. Pero el salvamento resultó ser un secuestro, la princesa salvaje, una arpía adiestrada y el apuro…una trampa mortal.
Así el rescatador se convirtió en un rehén, atrapado en una trampa fabricada por el mismo, movido por la pasión, la angustia, y la desesperación de tratar de gobernar lo ingobernable.
  Absorbido por la dedicación al trabajo, se pasaba por cada departamento, especialmente el de ella, donde pasaba cada vez más tiempo. Ella lo engatusaba con salidas fortuitas para que él se despejara y desconectara, con tal descaro que él no se planteaba una negativa, incluso ignorando que ella descuidaba su puesto de trabajo… tomar un café fuera se convirtió en un ritual.
Su verborrea, contoneos de cintura, su risa, sus andares algo patosos y vulgares… comenzaron a ser música de fondo que acompañaba a Federico en sus salidas de escape de la presión, sus momentos “light” de risas sin sentido y conversaciones disparatadas sin conocimiento ni cultura…ella era un paraíso verde y fresco en medio de un inmenso desierto.
Le deslumbraba su carácter, genio e improvisación que chocaban con su formalismo, orden y control.        
Federico por primera vez empezó  a utilizar el móvil sólo para escribir mensajes cortos, abreviados y con emoticonos… era algo divertido y apresurado, para no perder la comunicación con ella. No se daba cuenta que el nivel de ansiedad por verla, por escuchar su voz, su risa, su mirada, el roce de su piel y su olor… le estaba cautivando cada vez más. Aún no había habido sexo, ni se planteaba, ni parecía posible, todo era alegría del contacto, una conexión emocional mágica que Federico nunca había sentido.
   Y entonces, su mujer Mercedes, comenzó a ser la otra, simplemente la "otra ella", ésta notaba que su marido parecía algo ausente, como distraído, como en otro mundo, pero se lo achacaba al estrés del trabajo. Al mismo tiempo la "otra ella", Mercedes, sumergida en un proyecto médico nuevo en una clínica privada, aprovechaba esta coyuntura para apoderarse de más tiempo y libre de culpa, ahora que su hijo era más independiente con seis años y sus múltiples actividades extraescolares, de las que llegaba cansado y rendido directo al baño, cena y a la cama. Pensaba que era una oportunidad única, siendo aún jóvenes invertir sus conocimientos, experiencia, contactos, fuerza y dinero, en sus respectivas proyecciones laborales. Apenas había relaciones sexuales, pero no importaba tampoco había tiempo para estar juntos.
Las semanas iban cediendo así con prisa, estrés y fugas mágicas de escape a la presión  para Federico, cuando un día sin más, sus miradas chocaron llenas de pasión desenfrenada y sucumbieron al beso más largo de la historia de él, claro.
Las palpitaciones cardíacas, la respiración entrecortada, el contacto de sus pechos y su prominente erección, le empujaron al deseo de hacer el amor de forma salvaje y irrefrenablemente apasionada. Justo cuando llegan al apartamento de él cercano a la empresa, reservado para uso de dormitorio y ducha para emergencias laborales… Ella, Menchu,  tendida sobre la cama semidesnuda abrazada a él, grita repentinamente y se incorpora, antes de que Federico pudiese reaccionar, diciendo: “No, para, yo no quiero esto, tú estas casado, yo no soy vulgar, no soy la otra” y salió corriendo entre sollozos.
Federico no daba crédito, se quedó con las ganas … jamás había sentido tanta pasión y al mismo tiempo tanta decepción, sentía como un deseo lleno de angustia que le corría por todo el pecho… ya que su polla se había desvanecido sin vida alguna, y era ahora su mente la que parecía estar dotada de dicha erección.
   Federico volvió al trabajo, anonadado y desconcertado, solo pensaba en ella: ¿qué es lo que había hecho mal? Si todo parecía ir bien, nunca había sentido tanta pasión en su vida, ¿por qué salió huyendo despavorida y encima sollozando? ¿le había hecho daño? No había podido complacerla, él no era suficiente, y si ¿la había perdido para siempre? .

Daría todo su dinero en ese instante para conseguirla de nuevo y continuar en la cama, por arrancarle su sonrisa, un beso, una explicación , y una follada, que le daría todo el placer que ella se merecía, porque ella, Menchu, se había convertido ahora, y no sabía  desde cuando exactamente, en el sentido de su vida.
Nunca se había sentido con tanta fuerza para luchar, no estaba dispuesto a perderla, la buscó, pero no la encontró, se sentó en su mesa de despacho, parecía que el tiempo se había detenido. Entonces recibió el pip-pip de un mensaje nuevo, era de ella, “cariño, te quiero demasiado como para pasar contigo un momento de pasión, yo quiero más, y tú no me lo puedes dar”.

Aquel mensaje, despertó todas las alertas de Federico, ¿cómo era posible que ella quisiera más de mí, y que yo no se lo pudiera dar?.
Yo le daría todo cuanto ella me pidiera, todo, para que no sufriera y me quisiera.
Ella se lo merecía, había sufrido mucho, y él la haría feliz.

El fin de semana estaba cargado de compromisos sociales y familiares. Era el cumpleaños de su hijo, hacían una gran fiesta para ambas familias, y algún que otro compromiso favorable para el negocio.
En el vestidor la "otra ella" Mercedes, le dijo que parecía más delgado y demacrado, que pensaba que el estrés del trabajo le estaba consumiendo y que necesitaban unas vacaciones juntos y solos.
Él asintió con la mirada perdida en otro mundo, pensando en ella, no había contestado a ningún mensaje de él, ni tampoco cogía el teléfono. 
Necesitaba el trabajo, eso le reconfortaba, sabía que Menchu era separada y con dos hijos, estaría dispuesto a subirle el sueldo, sus palabras retumbaban en su mente “yo quiero más y tú no me lo puedes dar”, eso no era posible, él podía darle todo cuanto ella quisiera. Además se había enamorado de él, eso estaba claro, y por eso le respetaba, era realmente una buena chica que ni siquiera se había acostado con él, empezaba a sentirse culpable… él si la deseaba… bien, esperaría, no lo volvería a intentar, le demostraría que ella no era un objeto sexual, era mucho más…

Mirando a su hijo mientras jugaba con sus amiguitos, pensaba que ni siquiera sabía las edades de los hijos de ella, si eran pequeños o mayores, pasaban hambre o estaban enfermos… Eso podía ser una explicación a por qué no contestaba a los mensajes.
Bien, sólo tenia que calmarse y distraerse, el lunes estaba próximo, y entonces la vería de nuevo.

Fríamente hizo el amor con su mujer, la había esquivado varias veces, la "otra ella" parecía especialmente cálida y cercana, mostrándose tierna y comprensiva…pero eso despertaba más aún su frustración, su ira y también angustia … fue rápido, “quita la música, le ordenó, me duele la cabeza”.
Por primera vez no sentía pasión ni deseo, sólo quería acabar y eyacular. Pensaba en ella, en Menchu, recordaba cómo se fue llorando, él le había hecho daño, se sentía como un cabrón egoísta pensando sólo en follarla, no, no lo volvería a intentar más, ella era mucho más, y él la haría feliz

“Indudablemente estás estresado, no pareces tú …”—le dijo Mercedes mientras le observaba como si de un diagnóstico se tratase.
“Me voy a jugar a la play, haber si pegando tiros me relajo”.—contestó él como un autómata sin mirarla.


Pero no se relajó, sólo pensaba en ella, en su voz, su olor, su pelo, el sonido de su risa… y su llanto, el pensamiento de que le había hecho daño, le atormentaba, se sentía en deuda y la recompensaría.

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